Carina Sedano, en el SUTE y Claudia Iturbe, en AMPROS, son dos de los sindicatos representativos más significativos de la provincia.
En final del año confirmó lo que se anticipaba: de los seis sindicatos con más afiliados de Mendoza, ya hay dos conducidos por mujeres, entre ellos el más grande de todos (SUTE). Y al menos otros cuatro se suman a la lista de gremios con conducción femenina.
De hecho, las elecciones recientes terminaron con el triunfo de Carina Sedano en el Sindicato Unido de Trabajadores de la Educación (SUTE) y de Claudia Iturbe, que se reivindica, en la Asociación Mendocina de Profesionales de la Salud (AMPROS). En el caso del gremio docente, además, todas las listas que se presentaron en los comicios estaban encabezadas por mujeres.
Por lo tanto, entre las organizaciones de trabajadores más relevantes de la provincia quedan con conducción de varones la Asociación Trabajadores del Estado (ATE), los Judiciales, la Unión del Personal Civil de la Nación (UPCN) y el Sindicato de Trabajadores Estatales Autoconvocados (Sitea). El resto es de ellas.
Gremialistas
Pero hay más: en el Sindicato Argentino de Docentes Privados (SADOP) la secretaria general es María Ester Linco Lorca. Y en la Asociación se Trabajadores de la Sanidad (ATSA) está Patricia Irrutia, tras muchísimos años de tener a un hombre al frente de esa representación.
En los ámbitos educativos y de trabajo intelectual la tendencia es más fuerte: en la Asociación de Docentes e Investigadores de la Uncuyo la dirigente es Francisca Staiti; y en Sindicato de Prensa de Mendoza (SiPreMza) la secretaria general es Marisa Carrizo.
Seguramente en el futuro habrá más. Las que lleguen serán continuadoras de un largo camino.
Lucha histórica
La arena gremial -o al menos su faz más visible- fue casi siempre un espacio de varones en Argentina. Algunos sectores de la economía, incluso, estaban integrados por una abrumadora mayoría femenina y sin embargo tenían al frente a un hombre, con los sindicatos docentes como un ejemplo emblemático.
Desde luego, hubo representantes por fuera de esa lógica patriarcal. Lo que pasa es que las estructuras hacían que su participación se volviera cuesta arriba. En 1954, un 35% del personal de la empresa estatal de teléfonos (ENTEL) eran mujeres. Algo similar se daba en fábricas y comercios. La proporción jamás se vio reflejada en las cúpulas dirigentes.
En 2002, la ley 25.674 estableció que el 30% de los cargos sindicales debían ser ocupados por mujeres (en los últimos meses rondó la idea de ampliar esa representación al 50%). Si embargo, ese avance no significó en los hechos que los espacios de decisión se repartieran mejor.
Como en otras actividades, en los sindicatos las mujeres también tenían “techos de cristal” -no podían avanzar más allá de ciertos roles- y “pisos pegagosos” -tendían a quedar recluidas en espacios de poca jerarquía-. Ahora las cosas parecen equilibrarse muy de a poco.
Feminismo y mundo laboral
Fue en tiempos recientes, con el avance del feminismo, que el poder de las mujeres al interior de las organizaciones se afianzó, en sintonía con un amplio movimiento social que llevó el debate a las calles, las escuelas y los hogares.
De todas maneras, en 2020 un informe del Observatorio Laboral de la Uncuyo destacó que de 79 sindicatos mendocinos registrados, sólo el 14 % tenía a una mujer al frente. En los gremios estatales esa cifra subía un poco: 19%; aún cuando el 65% de la plantilla del Estado es femenino.
La irrupción de las representantes sindicales marca una ruptura que también se deja leer desde lo simbólico: si el espacio adjudicado a “ellas” fue históricamente el ámbito de lo doméstico, el paisaje asociado con la lucha gremial es bien diferente. Son las mesas de negociación y, sobre todo, el espacio público y la calle. En ese sentido, podría hablarse de una liberación.