En la edición de esta semana “El mono enjaulado” abordó la temática de la Transexualidad.
Actualmente como sociedad estamos viviendo, respecto a la sexualidad de una persona, una realidad muy diferente a años atrás.
Erróneamente, muchas veces, se le llama el “tercer sexo” a la transexualidad pero, la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición, más concretamente el Grupo de Trabajo sobre Trastornos de Identidad de Género afirma que: la transexualidad no es un fenómeno actual, existe desde hace mucho y en diferentes culturas.
Una película en la que se puede ver claramente esto es en “La chica danesa” inspirada en la vida de Lili Elbe, la primera persona de quien se tiene constancia que haya sido destinataria de una operación de cambio de sexo.
El término transexual empieza a utilizarse en 1940 para denominar a los individuos que deseen vivir de forma permanente como miembros del sexo opuesto y que quieran someterse a la cirugía de reasignación de sexo. Existe pues una incongruencia entre el sexo con el que nacieron y el sexo al que se siente pertenecer. Desde la psicología, a este sentimiento se lo llama Identidad de Género o de sexo.
Desde la infancia los y las transexuales poseen una identidad mental que difiere con su cuerpo biológico. A diferencia de los travestidos, que alivian su conflicto vistiendo y comportándose como el sexo contrario, los transexuales necesitan conseguir la reasignación al sexo opuesto.
Somos parte de una sociedad que le teme a lo desconocido, y muchas veces somos llevados a generar rechazo hacia aquello que no entendemos. Referido al tema del género existe un concepto: Transfobia, que hace referencia a las actitudes y acciones a través de las cuales se expresa odio, intolerancia o menosprecio hacia la diversidad de maneras en las que el género y el sexo biológico se relacionan, es decir, que el temor se manifiesta con gestos obscenos, violencia, etcétera hacia cualquier identidad de género que no sea la “normal”.
Según la LEY 26.743 de Identidad de Género que rige en nuestro país, se entiende por identidad de género a la vivencia interna e individual del género tal como cada persona la siente, la cual puede corresponder o no con el sexo asignado al momento del nacimiento, incluyendo la vivencia personal del cuerpo. Esto puede involucrar la modificación de la apariencia o la función corporal a través de medios farmacológicos, quirúrgicos o de otra índole, siempre que ello sea libremente escogido. También incluye otras expresiones de género, como la vestimenta, el modo de hablar y los modales. El fin de esta ley es garantizar el libre desarrollo de las personas conforme a su identidad de género, corresponda o no este con el sexo asignado al momento del nacimiento y despatologizar a las personas.
Un cambio de mentalidad y de hábitos puede hacer que se acepte la existencia de personas transgénero con todo lo que esto implica. Para ello, hay que revisar nuestras ideas y aprender a superar las barreras que nos separan entre nosotros.
Fuente: Estudiantes de Psicología de la Universidad de Congreso